¿Qué es “Acompañar Terapéuticamente”?

ESCUCHA - PALABRA Y CUERPO

Prof. Daniel González – AT
Aquí, podemos decir que un poco saben lo que hacemos y un poco no (y un poco no quieren saber), es en ese “entre” que nos movemos sin desenmascarar totalmente nuestra metodología. Es justamente entre lo dicho y lo no dicho donde circula a mi entender el acompañante, ese lugar desmarcado, a medio señalizar, es el principal inconveniente que tendrá siempre toda institución de acompañantes terapéuticos, y es por que precisamente es en ese “entre” vinculante / desvinculante, entre el paciente y la familia, entre el paciente y el terapeuta, entre el paciente y la comunidad, entre el terapeuta y el coordinador, es entre las diferentes instituciones (y sus respectivos discursos), que el acompañante hace institución, no digo que instituye, sino que “hace” institución, ya que lo central aquí es el hacer y no el instituir. En cambio aquel que se ocupa de instituir, por ejemplo un dispositivo terapéutico, hace todo lo contrario, ya que se propone como respuesta, respuesta que como luego ven los que caen en esta trampa, no responde nada. Un dispositivo, término frecuentemente utilizado entre nosotros es aquel que se propone como el más apto para tal o cual acción, pero el problema es que se propone antes de realizarla, lo cual es lo opuesto al acompañar del acompañamiento, del cual uno se da cuenta por sus efectos, luego de haberlo trabajado. El problema del término dispositivo nos enreda en la trama de las justificaciones teóricas acerca de si el acompañante hizo bien o mal, o nos somete a la infinita enumeración de actividades que pueden ser o no “acompañamiento terapéutico”. Lo cierto es que uno nunca sabe cuándo acompaña, y yo les propongo complejizar aún más el tema con la pregunta:
 ¿a quién acompaña el acompañante?
Pregunta que solo puede responderse in situ y siempre de forma incompleta. Si al acompañamiento lo pensamos como una representación, entonces acompañar es una actividad, es poco más que “sacar a pasear al paciente”, por eso preferimos pensar el “acompañar” como una función, lo que significa que, dicho mal y pronto, el “acompañante” no existe.

Volvamos a la cuestión del “entre”, concepto central de nuestro pensamiento, planteo lo siguiente, el “acompañar” se encuentra entre el ser (representación) y el hacer (función), es por eso que no existe acompañante cuando este se dedica a hacer voluntariamente otra cosa que acompañar (verbo), por ejemplo, hacer de amigo, madre, padre, cuidador u ocupar cualquier otro rol a modo de técnica, otra cuestión es que en el curso de su trabajo asuma estas posiciones temporalmente. Atómicamente pierde el Rol de AT. Pero entonces ¿ cuál es el hacer del acompañante?, en mi opinión, hacer de conjunto vacío, más allá de la representación, el lugar de la espera, escoltar una ausencia escribió un compañero del equipo, para ser buen acompañante hay que saber ser paciente, y para soportar esta espera hay que escribir, dejar una marca material en lo real del tiempo, una huella (archivable) que signifique que allí estuvimos trabajando, por eso pensamos que no comienza un acompañamiento hasta que se escribe el caso y se trabaja en grupo, supervisión o en el dispositivo que cada institución disponga para ello. La escritura es fundante del acompañamiento en tanto funda un trabajo, el trabajo de darme cuenta: qué hice allí, y desde dónde lo hice, es decir un análisis de la propia posición con respecto al acompañado es el propio espejo del AT.

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