Aportes del Psicoanálisis al Acompañamiento Terapéutico

Lic.Gustavo Juan Pérez Zabatta



Lo primero que me gustaría considerar es que el Psicoanálisis le brinda al AT, un Marco Teórico[i] ya desarrollado por más de un siglo, en permanente revisión y contrastación clínica, en el cual el AT mediante su formación, puede apoyarse y desarrollar sus funciones y competencias. El AT establece con el paciente un vínculo, mediado por un Encuadre[ii]. Y este es uno de los conceptos que también toma el AT del Psicoanálisis. 

El AT debe contener al paciente, ofrecerse como guía y sostén[iii] frente a su angustia y a su ansiedad. Con su presencia, sus actos, su discurso, el AT se ofrecen, como modelo, dónde el paciente puede identificarse para “dar un nuevo marco de acción a su vida cotidiana”. Y este nuevo “encuadre” que el paciente construye de su vida cotidiana, debe generarse desde la creatividad y el empoderamiento que, el AT trabajará y estimulará en el paciente. El paciente, podrá adquirir en su vida diaria, mecanismos de defensa que le permitan una mayor adaptación a la realidad. Por ende, un mayor grado de salud.

El acompañar implica una escucha activa, una ayuda y asistencia al paciente en su hacer, estableciendo el AT con el paciente y la familia, un vínculo por medio del encuadre terapéutico, que genera un espacio de confianza y sostiene el tratamiento.

El Psicoanálisis también propone una estrategia de intervención. Pero no es la estrategia del modelo médico, que objetiva al paciente, dónde del AT se le requiere saberes previos acerca de cómo intervenir.


El Psicoanálisis propone una estrategia basada en la singularidad del paciente, del sujeto padeciente, dónde el AT, ya no privilegia sus saberes previos, sino que irá conformando a medida que avanza en su intervención, una serie de acciones tendientes a contribuir a resolver la problemática subjetiva y por tanto, singular de ese paciente.
La práctica del AT se sustenta en una teoría y la teoría psicoanalítica le brinda a la práctica del AT una serie de herramientas, por medio de esta estrategia de la singularidad, que le aporta operatividad y eficacia. Esta praxis psicoanalítica le permite al AT, brindar al paciente, formas de organización, afrontamiento, elaboración y resignificación en su espacio vital, respetando sus tiempos y sus recursos, mediado por una ética de respeto a la singularidad del paciente.

Por otro lado, el AT ocupa un lugar en la vida del paciente y también, en la vida familiar y entorno social del paciente. Ese lugar es un lugar privilegiado de trabajo, que le permite al AT obtener información y registrar la cotidianidad del paciente, mediar entre el paciente y su entorno familiar y mediar entre el paciente y su familia y el equipo terapéutico interviniente.

De manera tal que, nunca tendremos dos pacientes iguales y, la función del AT será pensada caso por caso[iv], de la misma manera que, el Psicoanálisis aplica el caso por caso en sus dispositivos analíticos pertinentes. Construir un caso, llevar adelante un tratamiento, implica una narrativa, implica una cierta lógica de la cura y de esta manera procede el analista con el analizante. No obstante, es menester dejar bien en claro que, el AT escucha y contiene al paciente, pero no interviene como el terapeuta. Su rol es diferenciado y sus competencias son claramente distintiva a las de un analista

Este lugar privilegiado dónde el paciente ubica al AT, puede ser pensado como un “efecto de la identificación” que el paciente desarrolla con su AT y que el AT construye con su presencia. El AT ofrecerá en relación con este lugar, una escucha, que deberá guardar en todos lo casos, una distancia óptima profesional, para poder escuchar la problemática del paciente, conteniéndolo y asistiéndolo.

Este lugar puede verse como favorecedor del tratamiento y / o como obstáculo. Y en este sentido estamos ante otro concepto psicoanalítico muy importante que es el de la Transferencia[v].

Desde el lugar favorecedor, el AT no sólo debe trabajar con el paciente, sino que deberá diferenciarse ante él / ella, respecto al terapeuta que intervenga, ocupando el lugar que como AT se espera ocupe.


Como obstáculo, el AT podría presentarse ante el paciente, como objeto persecutorio, facilitando situaciones de hostilidad e ira por parte del sujeto padeciente.

Para favorecer su intervención, desde lo transferencial, el AT sabrá dejarse ubicar por el paciente en ese lugar ilusorio, pero no va a responder desde su intervención, desde ese rol asignado por el paciente. En este sentido se ofrece desde un lugar de semejante, que le permite generar un vínculo favorecedor, diferente al construido por el paciente. El AT va a valerse de ese lugar para intervenir, pero no va a responder sino como profesional, sin descuidar su rol y sus propios recursos.

Tanto el analista como el AT deben saber cómo posicionarse y sostener la transferencia, lo que implica saber soportar las vicisitudes de un tratamiento. Tanto el AT como el analista saben, como profesionales de la salud mental, que no deben “personalizar” las verbalizaciones y actitudes del paciente. No son las personas del analista y del AT sus destinatarios y esto implica el sostener la transferencia.

El AT sostiene al paciente en situaciones urgentes, difíciles, que implica ordenaciones y cortes y que lo ubican en el dispositivo, en un lugar distinto al del analista. Para poder intervenir el AT con el paciente, deberá reconocer que es otro, su alteridad. Esto necesariamente lo ubica al AT en un lugar más flexible que el del analista, adecuándose a las condiciones cambiantes, pero, sin perder de vista su rol y el encuadre de trabajo.

El AT trabajará desde el lugar transferencial en que lo ubica el paciente, dotando a su trabajo de la calidad necesaria, que le permita comprender al paciente y, el analista trabajará esas emociones que el paciente deposita en el AT, y también desde la Supervisión[vi] al trabajo del AT.

Los espacios de Supervisión también son ideales para que el AT pueda trabajar entre otras cosas, los temas Contratransferenciales[vii], vivencias, sentimientos de esperanzas y desesperanzas, rabias, emociones, comportamientos maníacos y tantos sentimientos y emociones que pudieran despertar y resonar el AT, dificultando su labor.

La supervisión resulta entonces necesaria, éticamente necesaria, tanto para el AT como para el analista, para realizar su labor, pues el espacio de supervisión le permite dar cuenta de sus límites y conflictos, dificultades y aciertos, dónde se beneficia tanto el profesional como el paciente.

El Psicoanálisis por otra parte le aporta al tratamiento del paciente acompañado por un AT, una clínica de la palabra que no se agota en los psicofármacos, muchas veces necesario, pero que suele pasar, también muchas veces terminan obturando la posibilidad del trabajo con el paciente, tanto por parte del analista, como del AT. El Psicoanálisis aporta una clínica de la palabra, dónde se puede trabajar “el sin sentido” del síntoma, para que cobre sentido. La palabra del sujeto padeciente permite la búsqueda del sentido del síntoma.

El Psicoanálisis también aporta una clínica de escucha atenta, no inocente, frente a la mera descripción fenomenológica de los síntomas por parte del discurso médico. Escuchar desde el psicoanálisis implica estar atento a aquello que el paciente no está atento, ni le otorga importancia. El sujeto padeciente nada quiere saber de sus síntomas, sin embargo, detenta ese saber y hay que poder escucharlo. El AT puede colaborar ayudando al paciente a poder escuchar, pero también a saber escucharse. Hay un saber subjetivo que está ahí implicado en la producción de sus síntomas y, del cual el paciente “nada sabe”. Es un saber inconsciente.

En el trabajo analítico, ese saber inconsciente puede ser construido, trabajo, para que tenga efectos que, luego a nivel del dispositivo del AT, pueda seguir siendo trabajado mediante actos y transformaciones.
Por otro lado, el discurso médico deja etiquetado al sujeto enfermo en un catálogo de patologías como es el DSM, haciendo una descripción muchas veces exhaustivas de la patología, pero al mismo tiempo estéril, escindiendo paciente y enfermedad, no habiendo sujeto enfermo, sino sujeto que padece una enfermedad.

Frente a esta posición reduccionista del discurso médico frente al sujeto y la enfermedad, el psicoanálisis permite un trabajo más funcional y operativo, investigando qué modalidad psíquica singular afecta a ese paciente y qué mecanismos psicológicos intervienen en la producción de los síntomas, no eliminando el síntoma, sino por el contrario, trabajando los síntomas.
Todo síntoma para el psicoanálisis se sostiene en una estructura clínica, que es esencialmente patológica, por lo que descree de las patologías mentales sin sujetos. El psicoanálisis considera por el contrario que, hay sujetos que son esencialmente patológicos, dónde el devenir de la cura tendrá que ver con lo que cada sujeto, desde su singularidad realiza con sus síntomas.

El Psicoanálisis pone a producir al inconsciente y es en el inconsciente, dónde hay palabra plena y un saber, que no es el saber de lo consciente que sólo se ofrece como resistencia a la verdadera producción del saber, que es el saber inconsciente. Cuando Lacan afirma que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, nos está señalando que es en ese lugar, dónde la verdad, la de la represión, habla. Este es el verdadero estatuto del inconsciente, dónde la verdad habla mediante sus formaciones que irrumpen en la consciencia.


El trabajo con el síntoma no puede agotarse entonces en su mera observación, tratamiento psicofarmacológico y anulación o aniquilación. El síntoma debe ser interpretable y como tal, devela su sentido. Aquí es donde tendrá valor y estatuto de verdad.

En cuanto a la etiología del síntoma, el Psicoanálisis pretende ir más allá, del mero correlato orgánico que ofrece el discurso médico. Apela a otra lógica, que es la lógica del inconsciente y que opera en la formación de los síntomas.

El Psicoanálisis interpreta el acompañamiento terapéutico como un lazo. Un lazo que permite una continuidad con aspectos de la vida diaria del paciente y que puede articularse con el trabajo que el analista va a realizar en su consultorio. Es una extensión de ese trabajo y que, a la vez, produce una retroalimentación, mediante el registro y los informes que realiza el AT, al analista interviniente. Para esto es necesario realizar un trabajo profundo, articulado, que produzca efectos, tanto a nivel emocional y psíquicos, pero también en las posibilidades de aprendizaje del paciente, generando cambios en todas sus esferas.

Resulta evidente el enorme aporte que el Psicoanálisis realizó, realiza y seguirá aportando al Acompañamiento Terapéutico. Pero también resulta estimable el aporte que el Acompañamiento Terapéutico, realiza con el Psicoanálisis, porque lo nutre de información vital, clínica, emergente de una praxis, que se sustenta en la efectividad, con idas y vueltas, de un tratamiento.

El AT como un profesional de la salud mental, debe contar con una formación académica adecuada, pero su riqueza y experiencia vivencial, no será menos importante. Contener a pacientes con trastornos mentales agudos o crónicos no resulta una tarea fácil, Implica poder construir con el paciente, un vínculo confiable, cálido, receptivo, junto a su inestimable tarea como mediador con el equipo terapéutico, que deberá ser continente, atendiendo a una concepción dinámica del psiquismo como es la que propone el Psicoanálisis.

Es muy importante entonces que el AT no sólo comprenda algunos de los conceptos psicoanalíticos vitos en este trabajo, sino que pueda vivenciarlos y llevarlos a la práctica en sus intervenciones con los pacientes.

[i] El concepto de marco teórico está directamente relacionado con la investigación y, por lo tanto, con la ciencia. Se entiende por marco teórico el conjunto de ideas, procedimientos y teorías que sirven a un investigador para llevar a término su actividad. Podríamos decir que el marco teórico establece las coordenadas básicas a partir de las cuales se investiga en una disciplina determinada. 
Fuente: https://www.definicionabc.com/ciencia/marco-teorico.php 


[ii] El Encuadre desde Freud es entendido como un espacio pensado para dar lugar a la expresión del inconsciente. Regula con sus normas la relación entre analista y paciente y sujeta a ambos a sus estipulaciones. 
Fuente: http://www.escuelapsicoanalitica.com/wp-content/uploads/2014/06/AECPNA_02_elencuadrelaforster.pdf 
[iii] En el desarrollo emocional primitivo Donald Winnicott describe tres funciones maternas: el sostenimiento o sostén (holding), la manipulación o manejo (handling), y la presentación objetal (objet-presenting). La función del sostenimiento es un factor básico del cuidado materno que corresponde al hecho de sostenerlo (emocionalmente) de manera apropiada. 
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Donald_Woods_Winnicott 

[iv] En el discurso médico, un caso remite a un paciente anónimo, que representa una enfermedad. Por ejemplo: “un caso de esquizofrenia”. En Psicoanálisis, un caso expresa la singularidad misma de ese sujeto que sufre y de la palabra que dirige la cura. 

[v] Se trata de una repetición que consiste en satisfacer en el presente y con una cierta persona un deseo (realizado o fantaseado) con un objeto de la infancia del sujeto, desde ahí, al servicio del principio de placer. También se repite, sin embargo, el deseo fantaseado edípico de la sexualidad infantil, aunque nunca haya tenido satisfacción. La definición que Laplanche y Pontalis enuncian en su Diccionario de psicoanálisis es la siguiente: “Designa, en psicoanálisis, el proceso en virtud del cual los deseos inconcientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y de un modo especial dentro de la relación analítica. Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de realidad”. 
Fuente: http://www.elpsicoanalisis.org.ar/old/numero5/reseniael_concepto_de_transferencia_freudiano5.htm 

[vi] El espacio de supervisión del A.T o del equipo de asistentes terapéuticos es imprescindible para poder enmarcar el trabajo realizado por el grupo terapéutico. Una supervisión directa es un espacio de trabajo para analizar los ejes centrales del día a día del acompañamiento, como lo son el manejo de la transferencia y contratransferencia, las situaciones temidas y las dificultades cotidianas en el desempeño de las funciones terapéuticas, etc. La supervisión y evaluación del día a día del AT permite analizar la tarea e intervenciones de esto temas son tomados en consideración para la continuidad o reelaboración del accionar terapéutico. 

[vii] La contratransferencia tiene que ver con los sentimientos e ideas que el propio analista proyecta sobre los pacientes a partir de sus experiencias pasadas, de manera inconsciente. ... De este modo, la contratransferencia pasa a ser el modo en el que el psicoanalista reacciona ante las transferencias del paciente. 
Fuente: https://psicologiaymente.net/psicologia/transferencia-contratransferencia-psicoanalisis




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