Trastorno Alimentario y su Articulación con el trabajo del Acompañante Terapéutico.
Trastorno Alimentario y su Articulación con el trabajo del Acompañante Terapéutico.
Prof. Daniel Gonzalez – Psicologo Social y AT
Creemos que el trabajo del AT es fundamental y necesario conjuntamente con el equipo interdisciplinario, en la recuperación de pacientes que sufren este tipo de trastornos, los argumentos que sostienen dicha afirmación los desarrollaremos a continuación:
El trabajo del AT es prestar el YO, y contener , mas en de los trastornos alimentarios, los mismos están ampliamente ligados a un estado depresivo y son en conclusión un intento de suicido silencioso y lento por parte de la persona enferma. Por lo tanto, creemos que es necesaria la participación de un Acompañante Terapéutico que pueda contener, proteger y ayudar a cambiar estas ideas que ponen en riesgo la vida del paciente.
Un acompañante terapéutico en este tipo de casos puede jugar el rol de un amigable supervisor, es decir, controlar al paciente para que no atente contra su salud y su cuerpo. Ya sea en el caso extremo, de intentar terminar con su vida, o por medio de conductas como el vómito, autoflagelarse, hacer ejercicios a escondidas y de manera desmedida, etc.
El AT debe tratar de ganarse la confianza del paciente, para que no lo vea como una figura de control sino como una figura contenedora, con la que pueda hablar libremente de sus miedos, angustias, necesidades, etc. Sin la presión de sentirse juzgado por sus comentarios sino escuchado y aconsejado por una persona que busca su mejoría.
El AT puede acompañar al paciente en los momentos más dolorosos para éste como son los horarios de ingesta. De esta manera hacer todo lo posible para que el acto de la ingesta sea lo menos traumático y ameno posible para el paciente. Ocultando en parte otra función, además de contener, acompañar, controlar que el paciente coma su alimento y ni lo esconda o se deshaga del mismo. El AT debe intentar por todos los medios que el paciente, no focalice en la comida sino que la ingesta sea un acto social, donde compartir un momento agradable, oportuno para la charla con los seres queridos. Así la ingesta pasará a un segundo plano y será más fácil de incorporar.
Son muchos los ámbitos donde el AT puede auxiliar a un paciente con trastorno alimentario, puede acompañarlo en situaciones donde deba afrontar relaciones sociales para las que el paciente se sienta incapacitado y que le signifiquen un monto de ansiedad y angustia importante que lo puedan llevar a autoagredirse con las conductas típicas de la enfermedad. Estos lugares pueden ser la escuela, el trabajo, un bar, un boliche, etc. Este acompañamiento lo vemos viable como parte de una estrategia, de un proceso para trasmitirle al paciente las herramientas para que el solo pueda afrontar estas situaciones adecuadamente.
El AT puede ser requerido después de que el paciente haya atentado contra su vida (acto suicida). En estos casos, la familia busca en el AT una figura de seguridad para que controle al paciente de volver a cometer un acto semejante. Por lo tanto, es muy probable que el paciente reciba al AT hostilmente, al verlo como un guardián. Estará en la habilidad del AT el cambiar este sentimiento y ganarse la confianza del paciente, para poder ayudarlo.
El AT puede proponerle salidas a espacios sociales variadas desde plazas, hasta bares, cines, conciertos, muestras, etc. Para que el paciente vuelva a contactarse con el mundo externo que lo rodea y logre salir de sus pensamientos enfermos y de su interior. Que logre interesarse en otras cosas que no tengan que ver con la imagen corporal y la comida.
El AT también puede jugar un papel importante en la Re- educación de la familia, ya que está no sufre la patología por lo que muchas conductas pueden pasar desapercibidas y en realidad son comportamientos enfermos que corresponde terminarlos para la recuperación del paciente, tales como, hablar todo el tiempo de comidas, el peso, el cuerpo, mirarse excesivamente en el espejo, comer solo alimentos dietéticos, evitar las reuniones sociales para no tener que ingerir alimentos prohibidos, etc. La familia con la ayuda del AT debe estar atenta a todo este tipo de comportamientos para ayudar al paciente a evitarlos.
El AT puede acompañar al paciente a su terapia ya sea grupo de apoyo o terapia individual, para evitar que en el camino el paciente cometa alguna falta contra su tratamiento, ya sea consumir algún alimento no estipulado en su orden alimentario, aprovechar este momento para pesarse, o hacer ejercicio o eliminar alguna ingesta que debía consumir, etc.
El AT puede ser una escucha comprensiva para estos pacientes que tienen muchos rasgos de depresión, muchos miedos, ansiedades, inseguridades, incongruencias, etc. Ayudando a seguir elaborando los contenidos que el paciente trabaja en su terapia. Pudiendo compartir con otro todo aquello que no le sea claro o que le cueste cambiar.
Las recaídas son casi imposible que no ocurran, como en toda adicción, y en estos momentos el AT puede ser la figura que contenga y medie entre el paciente y la familia, para que ésta no genere en el paciente un sentimiento profundo de decepción que le genere mayores conflictos. El AT deberá demostrarles a la familia y al paciente que las recaídas son actos que forman parte del proceso de curación, y que no existe el sendero sin espinas ni obstáculos y que de los errores se debe aprender y ni negarlos ni dejar que nos hagan perder nuestro objetivo final.
Así como las recaídas forman parte del tratamiento, los logros también pero con ellos también hay que tener un cuidado especial. El hecho de que el paciente vuelva a consumir algunos alimentos de una manera más normal, no debe confundirse con una curación. El paciente enfermó durante un largo proceso y su curación también llevará un largo proceso, para desarmar conductas patógenas y re aprender conductas sanas. Muchas veces puede ser un manejo del paciente para hacer creer a los padres que ya está curado y así ponerle fin al tratamiento para no seguir aumentado de peso por ejemplo.
Existen pacientes que cronifican su enfermedad con ellos la función del AT claramente puede consistir en acompañarlos durante el momento de la ingesta, que probablemente sea el acto más duro de afrontar por ellos durante el día.
El AT también debe participar de la tarea de recomponer la comunicación familiar, ya que se sabe que este tipo de trastornos tienen una correlación con la existencia de una disfuncionalidad comunicacional en la familia. El paciente enferma porque absorbe las ansiedades del resto del grupo familiar y de esto no se habla. Para deshacer este circuito patógeno, es necesario que cada integrante se haga cargo de sus ansiedades y todo esto solo es posible a través de la comunicación familiar, para la cual el AT puede colaborar desde su posición neutral tratando de conciliar en todos los casos posibles.
Son muchas las funciones y tareas en las que puede ayudar el AT en este tipo de casos, ya que son numerosas las conductas disfuncionales que presentan los pacientes con este tipo de trastornos. En resumen, la función del AT es ayudar a cumplir en la práctica y en la vida cotidiana los lineamientos que se dan en la terapia para dejar atrás conductas enfermas y volver a un comportamiento sano y un buen funcionamiento tanto de la persona a nivel individual y/o grupal con su familia, amigos, compañeros, sociedad, etc.
Si tendríamos que armar un dispositivo para el acompañamiento de un paciente con estos trastornos, los objetivos a corto plazo que nos propondríamos son:
· Educar a la familia del paciente sobre las características de la enfermedad, para que pueda ayudar en la recuperación física y psicológica del paciente. En lo inmediato que recomponga sus hábitos alimentarios y logre un peso normal.
· Incentivar al enfermo y a la familia en el emprendimiento de un terapia familiar e individual, ya sea un grupo de apoyo y/o psicoterapia individual, para el abordaje de los conflictos psicológicos que desencadenaron las alteraciones en la conducta de alimentación.
· Re educación nutricional, mitigar los síntomas físicos y peligrosos que representen una amenaza para la vida.
· Enseñar a la paciente a comer normalmente y a disfrutar de una relación más relajada con la comida.
· Suspender dietas estrictas que afecten la salud del paciente.
· Terminar con las conductas patológicas que significan riesgo de muerte (atracones, vómitos, pensamientos destructivos, pesarse varias veces al día, ejercicios excesivos, ayunos, uso de laxantes, diuréticos y/o píldoras dietéticas).
· Ayudar a la paciente con el consumo de su medicación (en el caso de tenerla, antidepresivos, vitaminas, etc.). Despejarle dudas, afianzar la idea de que el medicamento es un factor más para su recuperación.
· Lograr conductas saludables, abandonando las perjudiciales, esto puede ser incentivado por un programa de premios y castigos.
· Ayudar a sustituir creencias erróneas por ideas mas apropiadas como: “el pensamiento blanco o negro, todo o nada” (si todo no es perfecto, el desastre está a la vuelta de la esquina, tendencia a hacer todo perfecto, o irse al extremo contrario); “pensamiento mágico” (si como algo prohibido significa obesidad instantánea).
Los objetivos a mediano y largo plazo que nos propondríamos son:
· Ayudar al paciente a encontrar sus propios valores, ideales y objetivos sin dejarse influenciar por el entorno.
· Fomentar la iniciativa e independencia del enfermo, terminando con el temor del paciente de que si engorda y se muestra al mundo tal y como es será rechazado.
· Ayudar al paciente a aprender a aceptarse, incentivarlo a realizar actividades en las que se desempeña eficientemente.
· Ayudar a la paciente a asumir que puede comer todo lo que quiera con moderación, ayudarla a perder sus miedos y conseguir un peso con el cual se normalicen las funciones fisiológicas, incluyendo la menstruación.
· Recomponer las relaciones con parejas, amigos, familias, la asistencia al trabajo y/o escuela, etc.
· Ayudar a la paciente a sentir que tiene la capacidad de control en general, dándole un sentido de identidad personal, de competencia y eficiencia.
· Colaborar con el afianzamiento de la terapia psicológica. Con el médico, y el nutricionista. Brindar al terapeuta toda la información relevante para la mejoría del paciente.
· Reforzar el autoestima del paciente y enseñarle a la víctima a enfrentarse a sus problemas sin recurrir a conductas auto-destructivas.
· Ayudar al paciente a recomponer sus circuitos de comunicación, dando a conocer sus necesidades.
· Eliminar el miedo a las relaciones personales, contacto corporal, relaciones sexuales (por vergüenza, miedo a la exposición).
Teniendo en cuenta los ya mencionados factores predisponentes, creemos que el surgimiento de un trastorno de este estilo no tiene un único culpable. Vivimos en una sociedad donde, lamentablemente, se valoriza la belleza, un don subjetivo y pasajero. La mayoría de las personas ha dejado de considerar el progreso personal, en todos sus niveles (entiéndase nivel intelectual, afectivo, etc.) como una meta; vivimos en una sociedad facilista, donde quien trabaja para progresar y no presta atención a las influencias o tendencias del entorno, es excluido y hasta maltratado por sus congéneres. En este entorno falto de valores, el ser humano ha ido quedándose cada vez más solo. El sentido de pertenencia constituye hoy en día (y en parte siempre fue igual) dejar de lado la propia personalidad en un intento de parecerse a los demás y ser aceptado. Es decir, para pertenecer hay que parecer y actuar conforme a un prototipo establecido por el medio donde vivimos.
Sin embargo, consideramos que asimismo los otros factores familiares y personales son tan importantes como los socioculturales. Las familias han evolucionado mucho a través de la historia, y a pesar de que muchas cosas han mejorado, consideramos que algo se ha perdido, la comunicación. Creemos que esa es otra de las causas más importantes en la aparición de una enfermedad como la bulimia y la anorexia, la falta de comunicación verdadera, libre de prejuicios y miedos, entre padres e hijos, el no poseer a alguien maduro y confiable con quien discutir los cambios y problemas (presentes en cualquier edad, pero sobre todo en la adolescencia) y el tener una familia rígida o sobre protectora, son hechos todos en los que la culpa está repartida entre los padres, los hijos y, en parte, el entorno.
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