Aportes para la Profesionalización del AT

Aportes para la Profesionalización del AT

(Acompañante terapéutico)

Lic. Mariano Iusim

Psicólogo

Quisiera en esta ocasión detallarles algunas cuestiones fundamentales para que tengan en cuenta los AT y puedan profesionalizarse.
Este escrito fue elaborado a través de mis años de experiencia como psicólogo en equipos terapéuticos junto a AT, como supervisor de AT, y en el dictado de clases en cursos, seminarios y talleres para AT.

Una cuestión que colabora para la profesionalización es precisar el rol del AT, para ello, me remitiré a sus orígenes.
El acompañamiento terapéutico surgió en Argentina hacia fines de la década del 60´ y principios de la del 70´ del siglo pasado, desde la corriente del psicoanálisis. La creación de la figura AT se le suele atribuir a dos psiquiatras, psicoanalistas, el Dr. García Badaracco y el Dr. Kalina. En sus inicios las temáticas principales con las que trabajaban los AT eran psicosis y drogadicción, teniendo como objetivo principal la extenuación (es decir, que los pacientes no estén internados).

Con el correr del tiempo el acompañamiento terapéutico fue ampliando las temáticas que aborda (enfermedades mentales y de otro tipo, discapacidades, y otras situaciones), inclusive fue abarcando todos los momentos evolutivos del desarrollo (niñez, adolescencia, adultez y vejez).

La palabra “paciente” deriva del latín patients: “sufriente”. Con los únicos pacientes que trabaja un AT es con “pacientes graves”. Estos pacientes en términos generales suelen, entre otras características, no manejar de forma adecuada la agresividad -pueden llegar a presentar riesgo para sí mismos y/o para terceros-, además pueden llegar a no valerse por sí mismos, y suelen presentar una baja tolerancia a la frustración.
El AT (como el resto del equipo terapéutico) debe incluir en los casos que sea posible al contexto humano del paciente grave (familia nuclear, lejana, amigos, pareja, compañeros de estudio, de trabajo, vecinos, etc.). Teniendo en cuenta que el protagonista de las intervenciones es siempre el paciente.

Al principio García Badaracco y Kalina llamaron al AT "amigo calificado", aunque luego lo reemplazaron por el término más adecuado "Acompañante Terapéutico". El rol y las funciones eran las mismas que el AT, pero la primera denominación parecía apuntar a un vínculo simétrico. El vínculo del AT con el paciente siempre es asimétrico ya que éste trabaja para el paciente, y el paciente debería trabajar para sí mismo.

La denominación -tal cual la conocemos hoy en día- "Acompañante Terapéutico" resume el rol, una de sus funciones (acompañar) y en su adjetivo “terapéutico” explicita sus objetivos. No es cualquier tipo de acompañamiento, es un acompañamiento terapéutico, activo.


Recordemos que la palabra “terapéutico” deriva de la palabra “terapia”:

Tratamiento. El tratamiento con pacientes graves no suele ser placentero, ni divertido, ni distrae al paciente ni a los trabajadores del equipo terapéutico. Propongo pensar que siempre lo terapéutico es ético.
Siempre el AT trabaja en equipo, conformado mínimo por dos personas (el propio AT y un psicoterapeuta, que puede ser psicólogo o psiquiatra). Otros profesionales que podrían formar parte del equipo terapéutico son: psicopedagogos, psicomotricistas, musicoterapeutas, trabajadores sociales, maestros integradores, médicos de distintas especialidades (neurología, pediatría, oncología), etcétera. La variedad y cantidad de profesionales que conformen el equipo debería estar determinada en función de lo que necesite el paciente.  

Al decir que el acompañamiento terapéutico surgió del psicoanálisis, estamos hablando de un tipo de psicología que toma al sujeto como un ser humano complejo, con mente y cuerpo, salud y enfermedad (inseparables una de la otra), poniendo el acento en su subjetividad (lo propio que tiene cada sujeto). El sujeto es un sujeto del vínculo (por lo tanto social), también determinado por variables históricas, políticas y económicas. Tomamos en cuenta e intentamos comprender los múltiples factores que influencian al paciente y su entorno.

Muchas personas “creen” que los psicólogos y los psiquiatras nos dedicamos a la enfermedad de los pacientes y los AT a la parte sana del mismo, pero todos nos dedicamos a lo mismo: al paciente, que tiene salud y enfermedad (como enuncié anteriormente, es imposible separar una de la otra).
Cada uno puede tener su opinión, y debe ser respetada, pero asimismo la opinión debe ser fundamentada en la teoría (la cual debe ser coherente) y en la práctica. Estamos frente a pacientes y situaciones graves, no podemos dejar librado el trabajo terapéutico únicamente a la intuición, al arte, a la improvisación, o a querer ayudar al prójimo. 

Es por eso que el AT debe asumirse como profesional, esto implica fundamentalmente tres cuestiones básicas:

1)                 Capacitación (que debería ser continua).
2)                 Supervisión (con un profesional de la salud que tenga en claro el rol y las funciones del AT: inclusive el supervisor podría ser un AT experimentado), y
3)                 que el AT realice un propio Tratamiento Psicoterapéutico para: separar lo propio (del AT) de lo ajeno (del paciente y el contexto humano del mismo), manejar los sentimientos que produce trabajar con pacientes graves (que incluyen contextos humanos y situaciones graves), prevenir el burn out (agotamiento profesional). Más allá de que el AT tenga o no cuestiones personales e íntimas para trabajar, recordemos que el AT es su propia herramienta, capta al paciente e interviene a través de sí mismo, por eso este último punto (tan descuidado por muchos profesionales) es esencial.    

Podemos considerar también al AT como un representante del equipo terapéutico en la vida cotidiana del paciente, especialmente es un representante del psicólogo, ya que su herramienta básica y fundamental de trabajo es el vínculo (siempre terapéutico) que establece con los pacientes.
  
Un AT puede tener conocimientos de enfermería, psicomotricidad, estimulación temprana, inclusión escolar, aun así debe recordar que su rol es ser AT y una de las funciones básicas es mantener su rol. Un AT no masajea, no médica, no aconseja, no enseña, no trabaja la motricidad fina y gruesa, ni las actividades de la vida cotidiana. Para ello existen otros profesionales especializados en lo antedicho como, por ejemplo, psicomotricistas, kinesiólogos, enfermeros, médicos, psicólogos, maestras integradoras, psicopedagogas.

Ejemplificando lo antedicho: el AT puede utilizar con el paciente una técnica, (como el juego, por ejemplo el “ludo”, para alcanzar un objetivo terapéutico. El paciente podrá utilizar la motricidad fina y podrá hacer cálculos matemáticos con los dados, pero el objetivo terapéutico que puede llegar a trabajar el AT es la socialización, la ansiedad, el intercambio, la comunicación, la tolerancia a la frustración, etc.

Los objetivos variaran según lo que necesite cada paciente en un momento determinado, globalmente podemos decir que el AT tiene como objetivo ofrecer una mejor calidad de vida, y en el caso de los pacientes terminales ofrecer una muerte digna.
Mientras está con el paciente el AT puede estar solo o incluir a alguna/s persona/s del contexto humano del paciente (es allí donde el AT pone en juego su creatividad, su experiencia, sus conocimientos). Siempre el AT pertenece a un equipo terapéutico, si no hay equipo no hay AT.

Tener en claro cuál es el rol y cuáles son las funciones que debe desempeñar el propio AT le permite trabajar mejor. Esto no se hace exclusivamente de forma verbal, contando qué hace y qué no hace, sino más bien se expresa en el trabajo mismo, es decir en las técnicas que desempeña para trabajar con los pacientes, y principalmente a través del vínculo terapéutico que debe establecerse y mantenerse a lo largo de todo el proceso terapéutico que requiera de la figura del AT. 

Además para tener en claro cuál es el rol y las funciones del AT es preciso también conocer el resto de los roles y funciones de los profesionales del equipo, es decir cómo y a qué se dedica cada uno. Conocer qué funciones tenemos en común y cuales nos diferencian de otros profesionales.

Para finalizar, voy a enumerar algunas situaciones que a mi entender actualmente obstaculizan el desarrollo profesional de los AT:


  •        Desconocimiento del AT de su propio rol y funciones
  •        Desconocimiento de otros profesionales del rol y funciones del AT.
  •      Que todavía no exista la figura del profesional AT en el Ministerio de Salud de la  Nación.
  •   Desconocimiento o confusión por parte de Obras Sociales y Prepagas (e instituciones educativas) del rol y funciones del AT.
  •   Que el AT no sea derivado por otro profesional. En muchos casos lo solicitan los familiares o el propio paciente sin tener en claro qué es y para qué sirve un AT. En ese caso, si el AT estima necesario su trabajo con el paciente deberá guiar a este y su entorno para que trabajen junto con otros profesionales, y en el mejor de los casos pueda haber un equipo.
  •   “Agencias” de AT que abonan el valor hora muy bajo y no poseen equipos terapéuticos. El AT termina trabajando como cuidador (aunque facture como AT).
  •   Obras sociales y prepagas que pagan con mucho retraso.

Las dos primeras fueron detalladas en este escrito, con respecto al resto de las situaciones planteadas aquí, en parte depende de que los profesionales hagamos valer nuestro trabajo y que apoyemos el reconocimiento legal y general del AT.  
  




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